07th Nov2011

Anantapur, huyendo de Lonely Planet


Disclaimer: este post puede resultar más largo y con menos bromas de lo que el lector está habituado. No se me ocurre otra cosa que pedir disculpas y excusarme con algo del tipo ‘la ocasión lo merece’.

Porque visitar la India desde el euro es muy fácil. Porque venir, ver, y volver es demasiado bonito. Porque siempre se trata de sesgar nuestro punto de vista. Por todo, ha sido genial tener la oportunidad de conocer lo más profundo de la India rural, aunque haya sido desde un jeep con A/C.

Trayecto más largo de lo normal (Manipal – Bangalore – Anantapur) con también algo inusual… una autopista! Había visto carreteras de dos carriles, incluso algo semejante a una mediana, pero creo que en este viaje vi la máxima expresión de progreso y seguridad vial que la India puede alcanzar: carriles señalizados con pintura blanca, señales de tráfico indicando kilometrajes, carriles de aceleración y deceleración… Dicha autopista une Bengaluru con Nueva Delhi, pero parece que el progreso se ha saltado algunas paradas por en medio.

Anantapur es un distrito del estado de Andra Pradesh, en el centro-sur de la India. De 4 millones de habitantes, más de 2 millones de los mismos viviendo en entornos rurales, en pequeñas aldeas de entre 100 y 500 familias. La terrible contaminación de la ciudad, el aire seco y sórdido, una población de cerdos callejeros que supera la de los perros y vacas, canales de agua grises y putrefactos…

Aspecto bien distinto presenta nuestro destino, el campus de la Fundación Vicente Ferrer (si alguien no conoce la fundación que googlee dos mitunos). Conocemos a los directivos, nos acomodamos en nuestras habitaciones y a comer. Y, en el mismo orden, sólo puedo añadir los adjetivos estupendo, estupendo, y estupendíssimo!

La tarde la dedicamos a ver escuelas de la fundación. Primero visitamos una para niños con discapacidades físicas o psíquicas. En sock me quedo al escuchar en primera persona que algunos de estos niños estan aquí internos, simplemente, porque sus padres no los quieren y los abandonan. A continuación una escuela para niños sordomudos; es viernes tarde y corretean y juegan por doquier.

Por último visitamos otra escuela más, enfocada a niños que, por diversos motivos, no se han escolarizado en su tiempo y ahora van muy retrasado en la enseñanza. Con la ayuda de un intérprete, nos presentamos nosotros y ellos nos enseñan sus juegos de patio. También se marcan unos espectaculares bailes tolliwoodienses.

Las tres escuelas que hemos visitado son en régimen interno. Los padres vienen los sábados y domingos a visitar a los niños. El motivo principal es que sus aldeas de procedencia están muy lejanas, posiblemente a más de 3h en coche (por lo lejanos y por las carreteras camino-de-cabras).

Los trabajadores y trabajadoras son personal local, aunque instruïdos por personal profesional de la fundación o de Bengaluru. En las escuelas aprenden Telugu, la lengua local (de ahí la ‘t’ en Tollywood), y las áreas básicas como matemáticas y ciencias naturales.

Volvemos al acogedor campus para disfrutar de un espectáculo de niños danzantes y bailarines, y disfrutar también de la cena casi-española. A dormir me con una extraña, y todavía no definida, sensación de felicidad. Porque lo mejor estaba por llegar.

 

Uno de los compañeros de viaje es Luis, natural de Barcelona. Su padre colaboró en un proyecto para la fundación con el que se recaudó dinero par construir un total de 52 viviendas en una aldea del distrito. El punto fuerte del viaje era, pues, visitar la aldea.

El nombre de la aldea es Vengalammachenvu, con poco más de 2.500 habitantes. Los proyectos de la fundación en esta aldea empezaron en el 2003, y hoy en día cuenta con más de 100 niños apadrinados, 52 casas del proyecto Habitat, y participación en los proyectos Women, Education, Health…

Y así nos esperaban en la aldea:

Lo que vivimos a nuestra llegada es indescriptible. De veras, cualquier intento se queda corto. Fue un ‘Wellcome Mr Marshall” en versión original. Toda la aldea esperaba nuestra llegada, los hombres cantaban y danzaban/peleaban mientras las mujeres nos santiguaban y nos daban la bienvenida. Nos miraban con espanto y admiración, tocaban nuestras manos con vergüenza y orgullo. Todo era una contradicción en si mismo.

Nos llevaron al edificio social de la aldea, dónde, después de la obligada pooja, nos sentaron en la mesa mientras ellos compartían el suelo (aunque separados hombres y mujeres). Hablaban y nos explicaban las mejoras que la fundación había hecho para la aldea. Creo que hasta ese momento yo no me había planteado sus verdaderas necesidades. Nos explican que, gracias a que ahora tienen una casita, pueden dormir aunque llueva y no tienen que temen a las serpientes por la noche. Luis se sonroja, a él le toca explicar que el agradecimiento no es a nosotros, que es al centenar de personas que colaboró.

Paseando por el pueblo, con los bolsillos llenos de cacahuetes y las manos ocupadas con los cocos. Los niños corretean y nos piden fotos. Más que acompañarnos, nos guian y empujan. A cada casa que entramos, nos vuelven a santiguar y nos piden hacer otra pooja. Yo sólo hice una, y la lié al romper el coco con las manos y derramar la leche sobre el suelo. Con una sonrisa pedí perdón a sus dioses.

‘No merecíamos nada de esto’, piensa Lluís mientras dice adiós a través de la fría ventana…

Tras asimilar lo que hemos vivido y comer relajadamente, finalmente visitamos otra aldea para ver como funcionan los proyectos de mujer. Se nos presentan las siete líderes de los grupos. Cada grupo lo componen 15 mujeres y, en él, hablan de sus problemas cotidianos y tratan de ayudarse.

Para potenciar la independencia de la mujer, la fundación les da un micro crédito para comprar un búfalo. Con los búfalos, las mujeres pueden ordeñarlos para obtener leche y así venderla y tener independencia económica. La mayoría de mujeres en las areas rurales ni siquiera tienen una cuenta corriente en el banco…

Posan con orgullo frente a sus animales, nos los enseñan y sonríen. Yo me fotografío con los niños.

De vuelta a la seguirad del campus, nos entrevistamos con Ana Ferrer, la mujer del difunto Vicente Ferrer. Muchas dudas pueblan nuestras cabezas. Ellos llevan aquí trabajando más de 40 años, y mucho ha cambiado el distrito en este tiempo.

– ¿Pero por qué los aldeanos tratan a su difunto esposo como un Dios?
– Para ellos es natural. Eran gente de castas bajas o sin casta, gente que no tenía derecho a poseer nada, que debían vivir de lo que el campo les daba o trabajando en los estratos más bajos de las ciudades. De repente llega un tipo blanco y canoso, y les dice que eso de las castas se va a acabar, que vamos a mejorar el futuro de sus hijos. que vamos a crear escuelas y hospitales para ellos, que nos vamos a preocupar por ellos. No sé, yo también lo vería como algo divino.

 

El tercer y último día lo dedicamos a ver proyectos ecológicos. Siendo Anantapur una región rural y muy seca (el segundo distrito más seco de toda la India), buena falta les hace saber administrar bien los recursos.

La fundación crea mini coperativas de dos o tres agricultores y les proporcionan paneles solares para bombear el agua subterránea. Tienen medidas muy estrictas respecto a horarios de riego y cantidades de agua, para mantener un correcto nivel freático . Pregunto el por qué de las placas solares, pregunto si no es mejor tender corriente eléctrica. La respuesta es obvia: en el distrito hay multitud de cortes de suministro eléctrico.

Nos muestran también un proyecto que tienen para aumentar la fertilidad de los campos agrícolas construyendo presas en los ríos que cruzan el distrito para así estancar las aguas y anegar las tierras. Podrían regalarles arroz, podrían darles pan, pero lo que hacen es proporcionarles los campos para que ellos planten su arroz y hagan su propio pan.

Por último nos muestran también como construyen micro centrales de bio-gas en las aldeas. Consiste en una sencilla instalación con la que una família con más de 4 vacas o búfalos pueden reciclar los excrementos de los animales y obtener así gas metano. Conducen el gas hasta sus casas, dónde con orgullo nos muestran como funcionan los fogones para cocinar. Nos explican lo contentos que están de poder cocinar sin tener que utilizar leña.

Pocas dudas me quedan ahora de la enorme labor que está haciendo la Fundación Vicente Ferrer aquí. Tanto por el contenido como por la forma. Cuando constuyen casas a una familia, la família debe comprometerse a escolarizar a los niños y respetar a las mujeres. Es sólo un ejemplo de los muchos que me dejo en el tintero por no aburrir, aun más, a mis incondicionales lectores.

Ha sido enriquecedor y muy bonito conocer esta olviada área de la India. Y a sus gentes. Me quedo con la multitud de sonrisas que me han dedicado, con la enorme cantidad de sencillas ideas que no me había parado a pensar, con los bolsillos llenos de cacahuetes, y con el terrible sentimiento de que estar en la India debería ser algo más que ver el Taj Majal y comer curry.

Y mi personal y sincero agradecimiento a Luis, quien nos ha permitido compartir con él esta maravillosa, e insisto, no merecida experiencia en Anantapur.

3 Responses to “Anantapur, huyendo de Lonely Planet”

  • Raultecla

    Vicente Ferrer, para quitarse el sombrero por el ingenio y la dedicación mostrados.

  • ShadowLink

    Chapó, increible y enternecedor. Da gusto ver estas cosas.

  • Jaunte

    Genial. Genial genial genial. Quizá sea el post más largo, pero es el que más corto se hace. (Y probablemente el que más corto se queda) Entran ganas de ir a ayudar en lo que se pueda.
    Gracias Lluís por compartirlo con nosotros!