31st Oct2011

Agumbe. Inspira. Expira.


Tras un interesante pero agotador viaje de kilómetros y trenes, me vino bien un cambio de aires. Los nuevos aires a descubrir fueron los de la selva de Agumbe, a 50 kilómetros y 3 horas de Manipal, trayecto que pasé de pie pero con la certeza de no poder caer. (Me encantan este tipo de descripciones; haga usted con su imaginación el resto del trabajo.)

Llegamos a la pequeña aldea y vamos a conocer a nuestra Guest House. Es una gran casa tradicional, con un enorme patio interior central y las habitaciones alrededor del mismo. Pero no es tanto el sitio como la persona. Kasturiaka es la simpática y carismática anciana que regenta la casa y que acoge viajeros pidiendo a cambio agradecimiento y una donación voluntaria.

Tomamos leche de coco mientras nos propone actividades para estos días. Más que proponer actividades, ordena qué cosas ver y en qué momentos.

Dejamos el trekking para el próximo día y el sábado lo dedicaremos a pasear y ver el top five de los alrededores. Nos bañamos en unas bonitas cascadas (nada que envidiar a nuestras pozas), esquivamos un grupo de pesados indios borrachos, y volvemos a la mansión a mesa puesta. Sabrosa, natural y exquisita comida vegetariana. En casa de Kasturiaka la carne y el alcohol no están permitidos, bajo amenaza de pasar la noche en la calle…

Por la tarde subimos a lo alto de una montaña para contemplar el más allá. Bonito paisaje. Me siento y respiro; cierro los ojos y me decido unicamente a eso, a respirar. Bonito también el encuentro con una familia india que me presenta orgulloso a los suyos y me dan unas extrañas pero deliciosas galletas de masala para comer.

Otro trayecto más en el peligroso camión (¿olvidé mencionarlo? El “paseo” es de pié a lomos de un viejo camión al que poco le preocupan las curvas y los baches), y llegamos al “sunset point” a hacer lo propio. Hay cierto fanatismo entre la gente en ver puestas de sol, yo no lo comparto.

De velta a la casa y tras la cena, poco se puede hacer. La pseudo-aldea no es más que una calle con cuatro casas y ninguna farola.

Al día siguiente tocaba trekking, y eso hicimos. Elegimos una ruta ligera, de 8km. Dos jóvenes guías nos llevan por los senderos de la selva, dónde todos los caminos se parecen pero no todos llegan a Roma (o al destino). El destino es un enorme y precioso acantilado, con unas vistas espectaculares. Es el momento de hacerse el interesante y poner el perfil bueno para la foto:

Me pica el pié, me quito los zapatos. Un grupo de sanguijuelas se están dando un festin con mi sangre. Curiosamente todos los foráneos tenemos multitud de las mismas, pero los indios (andando con chanclas) parecen inmunes. Será cosa de la sangre, o será cosa de que están amaestradas. ‘Chupar sangre de los turistas’, nueva metáfora literalizada.

De vuelta a la casa, es el momento de comer y decir adiós a Kasturiaka. Cuando el día anterior nos invitó a tomar leche, tuvimos que recoger nosotros los vasos de la mesa. Es un sencillo gesto, que nos dejó claro que no estamos en un hotel, que somos sus invitados. Ha sido muy interesante convivir con esta mujer y los suyos, ver las plegarias que hacen por las mañanas, comer la sabrosa comida natural que nos prepararon, y disfrutar de la casa como si fuese nuestra.

Con pulmones renovados, y también sangre reciclada, volvemos a Manipal, en el mismo bus y las mismas condiciones. Ha sindo un fin de semana corto (aunque otros lo llamarán “normal”), pero ha servido para sudar y descansar, a partes iguales.

3 Responses to “Agumbe. Inspira. Expira.”

  • Jaunte

    Gran foto, aunque seguro que no le hace justicia al paisaje.
    Pero lo de las sanguijuelas… ufff.

  • Leeches de coco. Ahí la dejo.

  • Lluís

    Gracias Jaunte por los comentarios.

    Si tu dedicaras algunas lineas a tus aventuras de altas latitudes estoy seguro de que no se quedarían cortas de anécdotas.

    Un abrazo!!