16th Nov2011

Interludio

by Lluís

En el momento de publicar este post, el autor se encontrará en el Rajdhani Express, con treinta horas por delante para alcanzar Nueva Delhi. Lo que seguirá a partir de ahí, es una aventura que nadie puede preveer.

Dejando la tercera persona a un lado, lo cierto es que hoy arranco mi final north trip, el viaje que me llevará de Manipal a Elx, pasando por todo el norte de la India en veinte días. Empezaré en la super poblada Nueva Delhi, veré los enclaves turísticos de Uttar Pradesh, me recorreré el embaucador estado de Rajhastan, y acabaré en la cosmopólita ciudad de Mumbai.

Habrá tramos que haré con un compañero, ciudades en las que me encontraré con otros amigos, y otros tantos sitios que viajaré sólo. La aventura está servida, en plato metálico y sillas de plástico.

Con todo, estaré todo este tiempo previsiblemente incomunicado, con lo que no actualizaré este mi querido diario ni podré enviaros twiits jocosos y sarcásticos. La intención a mi regreso es continuar con el blog, utilizando este último viaje como hilo y mis nuevas experiencias como aguja.

La noticia (buena o mala, a juzgar por el lector) es que voy a dejar a un ládo mi máquina de instantáneas para dar uso a la máquina de continuos…

Hasta pronto!

Off
15th Nov2011

Goa, la pieza ‘sol y playa’ del gran puzzle

by Lluís

El último de mis destinos de fin de semana (aunque ya es ampliamente sabido que ‘fin de semana’ no implica dos días) fué el paraíso prometido de la Indio: el pequeño estado de Goa. Famoso por ser el embarcadero de Vasco de Gama: en su día puerta de entrada de los portugueses a la India, y hoy refugio de hippies mochileros y destino de indios fiesteros.

Debido a deasjustes de horario, me uní al grupo un día después. Punto curioso vagabundear en solitario de madrugada por la ciudad de Panaji, a la espera de que mis compañeros se despierten y me indiquen dónde están alojados. Tiempo que utilizo para pasear, escribir algunas anotaciones, tomar chai ardiendo, y hacer algún que otro amigo indio (mi primer Rajesh!).

Tras dos horas de buses llego al encuentro con mis compañeros en Baga, al norte. Bostezos y voces roncas, todo indica que me perdí algo la noche anterior. Una vez animado el grupo trazamos el plan: alquilaremos de nuevo scooters, seguiremos la costa hacia el norte, y testearemos las playas para ponerles banderas azules.

La primera parada es Anjuna, una playa pequeña, sucia, y con una agobiante multitud. La aventura no empieza por bien pie. El segundo pie es la playa de Vagator, lugar que ya invita al baño, al relax, a comer piña natural, y a disfrutar del sol.

Los vigilantes delimitan la “zona de baño” mediante banderas rojas puestas en la orilla. Cuando un indio se aleja de dicha zona, el socorrista utiliza su silvato para llamarle la atención. En cambio, nosotros nos podemos bañar a varios centenares de metros de la zona. La razón me la da el propio socorrista al preguntarle: los indios no saben nadar. Ante tal rotunda afirmación observo con nuevos ojos al personal, justo para darme cuenta de que tiene razón: juegan con el agua cuán niño en la bañera, pero no nadan ni cabucean.

Aprovechamos para echar un vistazo al Chapora Fort, desde donde la vista de las playas es impresionante…

Ponemos rumbo al tercer destino: la sorprendente playa de Arambol. Una tranquila y olvidada playa, donde unos indios juegan a cricket, algunas parejas pasean, y nosotros nos tomamos una cerveza y disfrutamos de la puesta de sol en un agradable baño. Cierto es que he usado tonos sarcásticos en este blog cuando he hablado de los sunsets, pero esta vez me sobrecogió. Bautizada queda como Perfect Beach #1.

De vuelta a Baga es hora de cena, despedidas, y chill out en la playa. La playa es una colmena de mesitas a la luz de la vela y al sonido del mar. Por la mañana éramos veinte, ahora quedamos seis.

Estupenda velada con estupenda compañía. Un amigo apunta el acertado y cruel comentario: “esta será posiblemente la última vez que estemos los cuatro sentados en una misma mesa compartiendo tan interesante conversación”.

Al día siguiente cambiamos de localización: nos movemos hacia el sur del estado. De camino queda Old Goa, y le dedicaremos el día para matar el gusanillo cultural que suele aparecer por mi organismo. Old Goa hoy en día son tres iglesias y dos calles. Con la llegada de los portugueses la capital de Goa se desplazó a Panaji, dejando la antigua ciudad deshabitada.

Aún así atrae a buena cantidad de turistas y curiosos. La imponente arquitectura clerical europea, a la que tan acostumbrados estamos nosotros, despierta un enorme interés entre los indios. Posan cuán estrella de Bollywood:

Más despedidas, más buses, y llegamos a la playa de Palolem al anochecer. Buscando alojamiento a pié de playa nos topamos con un grupo de católicos que rezan y ponen flores. Acabamos en unos bungalows entre palmeras y hamacas.

El grupo ha quedado reducido ahora a tres personas. Al contrario que en Baga, aquí el ambiente nocturno en la playa brilla por su ausencia, se respeta la naturaleza y el ocio de desplaza al interior. Cena tranquila y paseo por la playa.

Tumbado en la arena la noche estrellada me deslumbra. Debería aprender un poco más de astronomía. Debería saber diferenciar algo más que el Cinturón de Orión y la Osa Menor. Cuento hasta seis estrellas fugaces. Ella me duplica el número. Perfect beach #2.

Poco queda por hacer para el día siguiente más que disfrutar de la playa, aprender a surfear con body boarding, pasear por los alrededores y tratar de no quemarse la piel. Por la tarde toca retomar el trayecto de vuelta a casa.

Bien sabido es por la mayoría de mis lectores que no soy un gran fan del combinado ‘sol y playa’ (cuento con dos dedos en binario la cantidad de veces que voy a la playa en casa), pero las paradisíacas, poco explotadas, y turquesas aguas de la India son embaucadoras. Quizás si me quedase aquí más tiempo podría llegar a entender esa euforia contenida que los locales sienten por el agua.

En el bus de vuelta, tengo la sensación de que ahora sí he cubierto todos los flancos turísticos de la India. Añado la pieza ‘sol y playa’ al gran puzzle. Todo lo que venga a partir de ahora será un extra.

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14th Nov2011

Hampi, tras las huellas del imperio Vijayanagara

by Lluís

De lo más escondido del sur de la India, a lo más popular. Ahora si cogemos la Lonely Planet para acercarnos a la ciudad de Hampi, a tres horas y dos buses locales y una peligrosa rickshaw de Anantapur. Trayecto que, como viene siendo habitual, incluye anécdota: una chica llorando durante más de una hora a mi lado… y yo incapaz de comunicarme con ella. Son esos breves instantes de infinita tistreza que te sobrecogen pero que no te permiten compartir.

Llegamos bien entrada la noche a Hampi, para no ver más que siluetas y sombras. A la luz de la lunay del escaso alumbrado público, mis ojos no hacen más que extrañarse: montañas rocosas y templos por doquier. Ciudad de casas bajas y calles estrechas. Las vacas apuran los restos de comida del día, los perros duermen plácitamente.

Llegar por la noche a un lugar, hacer un mapa mental, y contraponerlo a la imagen del día después, es algo que me encanta. Al despertar veo la ciudad por segunda vez: a la luz del sol, Hampi tiene el aspecto que mi imaginación me había indicado, con la salvedad de que no existe ciudad ni aldea alguna alrededor del templo principal, tan sólo unos cuantos puestos de comida y guest houses para turistas. No existe gente local, solo turistas curiosos y vendedores cansinos.

Dedicamos el día a ver el Templo de Virupaksha y explorar los alrededores. Pese al enorme tamaño, el buen estado de consevación, y el hecho de tener que pagar algunas rupias para entrar, el templo no dice nada especial. A excepción de la sorpresa de encontrar en la parte trasera del templo una sala, de ladrillo y con ventiladores, dónde de verdad rezan los creyentes. Uno de los primeros templos que usan el modelo europeo de explotación turística: se mira, pero no se usa.

Por las colinas cercanas al templo, el paisaje es bien extraño. Las montañas son “montones” de piedras gigantescas. Díficil distinguir qué parte es obra de la naturaleza y qué parte del ser humano. Trato de buscar explicación y alguien me explica que es debido a que hace millones de años esta zona estaba cubierta por el océano… La credibilidad de la historia brilla por su ausencia.

Escalar por las rocas, hacer fotos a los monos, escalar con los monos, hacer fotos a las rocas.

Antes de que se ponga el sol, cruzamos el río para llegar a nuestra legítima guest house: bungalows de madera, con hamacas en el porche, en un jardín de césped y palmeras tropicales, sospechosamente barato y gratamente amigable. Y esta vez el sunset no decepciona: el paisaje de Hampi tiene algo de místico, difícilmente descriptible y comprensiblemente embaucador.

Pero no es hasta el día siguiente cuando de verdad me hago una idea de dónde estoy. Alquilamos unas motos, nos buscamos un simpático guía (llamado Hannuman, como el Monkey King), y dedicamos el día a movernos por los alrededores.

Lo que hoy en día se conoce como Hampi, fué en su día el corazón del gran imperio Viyanagara, que durante más de 300 años, entre los siglos XIV y XVII, dominó todo el sur de la India. El complejo de Hampi cuenta con más de 2000 templos (aunque cierto es que se le llama templo a cualquier construcción rocosa con algo de sagrado…).

Nosotros no disponemos de tanto tiempo ni moral, con lo que nos conformamos con una sesgada visión del top ten a lomos de nuestras scooters.

Confusa sensación de libertad y felicidad al desplazarse en moto por este extraño paraje. Esculturas increibles, templos imponentes, ciudades ancestrales… Pierdo la cuenta de la cantidad de lugares interesantes que veo en cuestión de horas. Y, sin que sirva de precedente, ponemos en práctica la expresión ‘una imagen vale más que mil palabras’:

De vuelta al pseudo-centro de Hampi, no hay nada como un snack de coliflor refrito si viene acompañado de receta de cocina y demostración en vivo. También, por qué no, tiempo para comprar algún souvenir. Cena en el Mango Tree, como manda el protocolo de mochileros, y despedida de la ciudad pasada por agua.

No exagero cuando digo que no existe gente local. En los alrededores no hay presencia alguna de industria o actividad económica, y el turismo no es lo suficientemente agresivo para montar aquí complejos turísticos y restaurantes de esos que tienen cubiertos. Quien se acerca a Hampi es para dislumbarse con el paisaje y los templos, o para dislumbrar a los turistas con baratijas y ropa de mercadillo. No te confundas de bando.

Y cerramos así un increíble viaje, con los dos polos diametralmente opuestos de la India: la olvidada Anantapur y la archiconocida Hampi, con un post donde faltan palabras y otro donde sobran imágenes.

13th Nov2011

Obviedades no tan obvias. Y con moraleja.

by Lluís

Hace algún tiempo que he dejado de sorprenderme a diario. Cuando ahora echo la vista atrás, veo lo exagerado que fuí los primeros días. O quizás no exageré y simplemente me he acostumbrado a todo esto… En este post recolecto algunas de las cosas que hoy en día pasan desapercibidas para mi pero que en su día me supusiron un wtf reglamentario.

Permitidme consultar mi atascada memoria, buscaré ejemplos prácticos y adjuntaré la moraleja correspondiente…

Salgo a dar un paseo y tomar un café. El café cuesta 7 rupias, pago con un billete de 10 rupias, y me devuelven tres caramelos de miel. Moraleja: Si no tienen cambio te pagaran en especias: caramelos de 1 rupia o chocolatinas de 5 rupias. Y sólo una vez, y bien orgulloso, he conseguido “pagar” con chocolatinas y caramelos.

Echan una de peleas y bailes en la tele. Intento seguir la película, pero mi atención se desvia a dónde deberían estar las barras negras: son cíclicos pop-ups de publicidad. Moraleja: dónde hay espacio, se mete publicidad. Anéctoda aplicable a fachadas y calles.

Estoy comprando un billete de tren en la agencia de viajes. Cuesta 1.200 rupias, pero me piden 12 cientos de rupias. Moraleja: cuentan con múltiplos de 100 en vez de mil para cantidades grandes. Así, 100.000 son un lakh, 10.000.000 un crore),y luego 1.000.000.000 un billion. No existe el millón, sino que son diez lakhs.

Estoy de excursión y una simpática niña me pregunta mi nombre y mi procedencia. Intento entablar conversación más allá, y bromeo diciéndole que adivine mi país, me mira con cara rara. Moraleja: cuando te preguntan nombre y país, del tirón, posiblemente sea porque no saben más inglés que esas dos preguntas. Sonríe y di “Lluís Spain” o, simplemente, inventate un nombre y un país.

Trato de pillar el bus local para acercarme a Udupi a hacer algunas compras. Hay muchos autobuses, oigo a los encargados vocear: udupiudupidupidupiiiiii (sin exclamación). Moraleja: el destino del bus se anuncia concatenando un número indefinido de veces el nombre del sitio, con la posibilidad de omitir alguna sílaba o alargar alguna vocal.

Es de madrugada y espero algún autobús. Estoy soñoliento, me apetece un café, lo pido y saco un billete de 10 rupias, luego pregunto el precio… y son 10 rupias.  Moraleja: no preguntes el precio con un billete en la mano, pues lo tomarán directamente como el precio del producto. Y tampoco trates de discutir después, una vez cerrado el trato no hay forma de pedir dinero de vuelta.

Ando perdido en alguna ciudad, y necesito encontrar la estación de autobuses. Pregunto al primer viandante, no me contesta, trato de ayudarle gesticulando y preguntando la dirección… me dice que sí, que todo recto. Pero se equivoca. Moraleja: un indio tratará siempre de no decepcionarte, y si no sabe lo que le preguntas, te mentirá antes que decir que no lo sabe.

En un puestecillo de comida, a primera hora de la mañana. Pregunto si tienen samosa para desayunar, me dicen que sí. Al rato me traen wara, miro extrañado al camarero, él me sonríe y me dice que es parecido a la samosa… Moraleja: la misma de antes. Con el añadido cómico de que ‘si cuela, cuela’.

Un día cualquiera, en un parque cualquiera, en una ciudad cualquiera. Entre los árboles y jardines, veo mujeres en cuclillas, parece que hacen algo con sus manos…. Moraleja: Con la única ayuda de una pequeña hoz, las mujeres podan y limpian los jardines, en cuclillas. Todos los días, en cuclillas. Yo soy incapaz de estar más de 5 minutos de cuclillas, y ellas utilizan dicha postura incluso para descansar.

Por fín he aprendido los básicos del lenguaje local, la lengua Kanadda, lo voy a poner en práctica. Tras comprar unas frutas doy las gracias al frutero: dannie vadda. Pone cara de sorprendido y empieza a hablar libremente en su idioma… Moraleja: lo más importante que debes aprender de un idioma nuevo es “no sé hablar este idioma”.

Envío un mensaje de texto a otro interno. Me llega el acuse de recibo. Dice que la última operación me ha costado 0 Rs… Cómo? Moraleja: Se pagan los dos primeros sms del día (a 0.5 Rs cada uno) y los demás son completamente gratis. Viva la agresiva competencia capitalista.

Esperando la oportunidad para cruzar una calle, oigo la músiquita de ‘Para Elisa’ versión soft-electronic hard-freqüency. Me paro, presto atención a la música, ¡y por poco me atropellan! Moraleja: todos los vehículos (coches, buses, rickshaw, caminoes…) tienen músicas populares (hindis o internacionales) para cuando van marcha atrás.

Y sé con total certeza que me dejo muchas otras cosas, porque ahora me resulta bien difícil distinguir lo que puede ser curioso o interesante para vosotros y lo que, simplemente, es relleno-de-blog.

Mi subconsciente ha interiorizado todos estos detalles, y mi consciente aporta mucho más…

07th Nov2011

Anantapur, huyendo de Lonely Planet

by Lluís

Disclaimer: este post puede resultar más largo y con menos bromas de lo que el lector está habituado. No se me ocurre otra cosa que pedir disculpas y excusarme con algo del tipo ‘la ocasión lo merece’.

Porque visitar la India desde el euro es muy fácil. Porque venir, ver, y volver es demasiado bonito. Porque siempre se trata de sesgar nuestro punto de vista. Por todo, ha sido genial tener la oportunidad de conocer lo más profundo de la India rural, aunque haya sido desde un jeep con A/C.

Trayecto más largo de lo normal (Manipal – Bangalore – Anantapur) con también algo inusual… una autopista! Había visto carreteras de dos carriles, incluso algo semejante a una mediana, pero creo que en este viaje vi la máxima expresión de progreso y seguridad vial que la India puede alcanzar: carriles señalizados con pintura blanca, señales de tráfico indicando kilometrajes, carriles de aceleración y deceleración… Dicha autopista une Bengaluru con Nueva Delhi, pero parece que el progreso se ha saltado algunas paradas por en medio.

Anantapur es un distrito del estado de Andra Pradesh, en el centro-sur de la India. De 4 millones de habitantes, más de 2 millones de los mismos viviendo en entornos rurales, en pequeñas aldeas de entre 100 y 500 familias. La terrible contaminación de la ciudad, el aire seco y sórdido, una población de cerdos callejeros que supera la de los perros y vacas, canales de agua grises y putrefactos…

Aspecto bien distinto presenta nuestro destino, el campus de la Fundación Vicente Ferrer (si alguien no conoce la fundación que googlee dos mitunos). Conocemos a los directivos, nos acomodamos en nuestras habitaciones y a comer. Y, en el mismo orden, sólo puedo añadir los adjetivos estupendo, estupendo, y estupendíssimo!

La tarde la dedicamos a ver escuelas de la fundación. Primero visitamos una para niños con discapacidades físicas o psíquicas. En sock me quedo al escuchar en primera persona que algunos de estos niños estan aquí internos, simplemente, porque sus padres no los quieren y los abandonan. A continuación una escuela para niños sordomudos; es viernes tarde y corretean y juegan por doquier.

Por último visitamos otra escuela más, enfocada a niños que, por diversos motivos, no se han escolarizado en su tiempo y ahora van muy retrasado en la enseñanza. Con la ayuda de un intérprete, nos presentamos nosotros y ellos nos enseñan sus juegos de patio. También se marcan unos espectaculares bailes tolliwoodienses.

Las tres escuelas que hemos visitado son en régimen interno. Los padres vienen los sábados y domingos a visitar a los niños. El motivo principal es que sus aldeas de procedencia están muy lejanas, posiblemente a más de 3h en coche (por lo lejanos y por las carreteras camino-de-cabras).

Los trabajadores y trabajadoras son personal local, aunque instruïdos por personal profesional de la fundación o de Bengaluru. En las escuelas aprenden Telugu, la lengua local (de ahí la ‘t’ en Tollywood), y las áreas básicas como matemáticas y ciencias naturales.

Volvemos al acogedor campus para disfrutar de un espectáculo de niños danzantes y bailarines, y disfrutar también de la cena casi-española. A dormir me con una extraña, y todavía no definida, sensación de felicidad. Porque lo mejor estaba por llegar.

 

Uno de los compañeros de viaje es Luis, natural de Barcelona. Su padre colaboró en un proyecto para la fundación con el que se recaudó dinero par construir un total de 52 viviendas en una aldea del distrito. El punto fuerte del viaje era, pues, visitar la aldea.

El nombre de la aldea es Vengalammachenvu, con poco más de 2.500 habitantes. Los proyectos de la fundación en esta aldea empezaron en el 2003, y hoy en día cuenta con más de 100 niños apadrinados, 52 casas del proyecto Habitat, y participación en los proyectos Women, Education, Health…

Y así nos esperaban en la aldea:

Lo que vivimos a nuestra llegada es indescriptible. De veras, cualquier intento se queda corto. Fue un ‘Wellcome Mr Marshall” en versión original. Toda la aldea esperaba nuestra llegada, los hombres cantaban y danzaban/peleaban mientras las mujeres nos santiguaban y nos daban la bienvenida. Nos miraban con espanto y admiración, tocaban nuestras manos con vergüenza y orgullo. Todo era una contradicción en si mismo.

Nos llevaron al edificio social de la aldea, dónde, después de la obligada pooja, nos sentaron en la mesa mientras ellos compartían el suelo (aunque separados hombres y mujeres). Hablaban y nos explicaban las mejoras que la fundación había hecho para la aldea. Creo que hasta ese momento yo no me había planteado sus verdaderas necesidades. Nos explican que, gracias a que ahora tienen una casita, pueden dormir aunque llueva y no tienen que temen a las serpientes por la noche. Luis se sonroja, a él le toca explicar que el agradecimiento no es a nosotros, que es al centenar de personas que colaboró.

Paseando por el pueblo, con los bolsillos llenos de cacahuetes y las manos ocupadas con los cocos. Los niños corretean y nos piden fotos. Más que acompañarnos, nos guian y empujan. A cada casa que entramos, nos vuelven a santiguar y nos piden hacer otra pooja. Yo sólo hice una, y la lié al romper el coco con las manos y derramar la leche sobre el suelo. Con una sonrisa pedí perdón a sus dioses.

‘No merecíamos nada de esto’, piensa Lluís mientras dice adiós a través de la fría ventana…

Tras asimilar lo que hemos vivido y comer relajadamente, finalmente visitamos otra aldea para ver como funcionan los proyectos de mujer. Se nos presentan las siete líderes de los grupos. Cada grupo lo componen 15 mujeres y, en él, hablan de sus problemas cotidianos y tratan de ayudarse.

Para potenciar la independencia de la mujer, la fundación les da un micro crédito para comprar un búfalo. Con los búfalos, las mujeres pueden ordeñarlos para obtener leche y así venderla y tener independencia económica. La mayoría de mujeres en las areas rurales ni siquiera tienen una cuenta corriente en el banco…

Posan con orgullo frente a sus animales, nos los enseñan y sonríen. Yo me fotografío con los niños.

De vuelta a la seguirad del campus, nos entrevistamos con Ana Ferrer, la mujer del difunto Vicente Ferrer. Muchas dudas pueblan nuestras cabezas. Ellos llevan aquí trabajando más de 40 años, y mucho ha cambiado el distrito en este tiempo.

– ¿Pero por qué los aldeanos tratan a su difunto esposo como un Dios?
– Para ellos es natural. Eran gente de castas bajas o sin casta, gente que no tenía derecho a poseer nada, que debían vivir de lo que el campo les daba o trabajando en los estratos más bajos de las ciudades. De repente llega un tipo blanco y canoso, y les dice que eso de las castas se va a acabar, que vamos a mejorar el futuro de sus hijos. que vamos a crear escuelas y hospitales para ellos, que nos vamos a preocupar por ellos. No sé, yo también lo vería como algo divino.

 

El tercer y último día lo dedicamos a ver proyectos ecológicos. Siendo Anantapur una región rural y muy seca (el segundo distrito más seco de toda la India), buena falta les hace saber administrar bien los recursos.

La fundación crea mini coperativas de dos o tres agricultores y les proporcionan paneles solares para bombear el agua subterránea. Tienen medidas muy estrictas respecto a horarios de riego y cantidades de agua, para mantener un correcto nivel freático . Pregunto el por qué de las placas solares, pregunto si no es mejor tender corriente eléctrica. La respuesta es obvia: en el distrito hay multitud de cortes de suministro eléctrico.

Nos muestran también un proyecto que tienen para aumentar la fertilidad de los campos agrícolas construyendo presas en los ríos que cruzan el distrito para así estancar las aguas y anegar las tierras. Podrían regalarles arroz, podrían darles pan, pero lo que hacen es proporcionarles los campos para que ellos planten su arroz y hagan su propio pan.

Por último nos muestran también como construyen micro centrales de bio-gas en las aldeas. Consiste en una sencilla instalación con la que una família con más de 4 vacas o búfalos pueden reciclar los excrementos de los animales y obtener así gas metano. Conducen el gas hasta sus casas, dónde con orgullo nos muestran como funcionan los fogones para cocinar. Nos explican lo contentos que están de poder cocinar sin tener que utilizar leña.

Pocas dudas me quedan ahora de la enorme labor que está haciendo la Fundación Vicente Ferrer aquí. Tanto por el contenido como por la forma. Cuando constuyen casas a una familia, la família debe comprometerse a escolarizar a los niños y respetar a las mujeres. Es sólo un ejemplo de los muchos que me dejo en el tintero por no aburrir, aun más, a mis incondicionales lectores.

Ha sido enriquecedor y muy bonito conocer esta olviada área de la India. Y a sus gentes. Me quedo con la multitud de sonrisas que me han dedicado, con la enorme cantidad de sencillas ideas que no me había parado a pensar, con los bolsillos llenos de cacahuetes, y con el terrible sentimiento de que estar en la India debería ser algo más que ver el Taj Majal y comer curry.

Y mi personal y sincero agradecimiento a Luis, quien nos ha permitido compartir con él esta maravillosa, e insisto, no merecida experiencia en Anantapur.

06th Nov2011

Sobre la comida

by Lluís

Este es uno de los post que quería hacer desde bien al principio. El problema ha sido que, hasta ahora, ni me había acercado poder describir los aspectos de la comida. Pasen y vean, preparen su paladar para exóticos sabores y extrañas costumbres.

Empezamos por los restaurantes en si mismo. La verdad es que no he encontrado un término en nuestra lengua que defina el “tipo” de restaurantes que aquí suelo frecuentar. Son muy pocos los locales que se parecen a lo que para nosotros es un restaurante. Lo que aquí predomina es el metal y el plástico, los ventiladores, el gentío, y el caos. Más complicado se vuelve el asunto de encontrar un nombre adecuado cuando te das cuenta que ellos los llaman ‘Hotel’ (cuando es un hotel real suelen poner ‘Hotel and Rooms’).

Hay tres tipos de restaurantes. En orden descendente de restricciones: pure-veg (sólo verduritas y frutas), veg (añadiendo huevos y derivados) y non-veg (¡pollo!). Para mi sorpresa y disgusto de mi estómago, lo qué mas predomina son los veg y los non-veg.

Para desayunar lo más común es café (con leche y mucho azucar) o chai (té con leche), con bans (parecido al pan de molde), dosas (merece explicación a parte), samosas (refrito de patatas y cebolla con forma triangular), o simplemente un trozo de tarta. Mi preferido es la masala dosa, que consiste en una especie de torta crujiente (dosa) con refrito de patatas y cebolla dentro (masala).

Para comer puedes (¡y debes!) elejir el meal del día. ‘Meal’ en inglés significa comida, y consiste justo en eso, en comida. Base de arroz blanco, con multitud de salsitas con “cosas”, acompañado de parotta o battura (tipos de panes) y normalmente con algún tipo de yogur para el postre. (En serio, ¿más de un mes y medio para esta descripción tan poco científica? Lo siento, pero es demasiado complicado…).

Para las cenas (aunque también para comer) se puede optar por pedir un plato principal acompañado por pan. Esto podría ser lo más cercano a nuestras comidas. Dicho plato puede ser algo veg (espinacas con queso, ¡buenísimo!), algún curry de pollo (chicken lemon, mi preferido) o algo de pescado (king fish…). Normalmente puedes elgir entre dry (seco) o gravy (con salsa), y luego debes elegir el pan con el que lo acompañarás (naan, parotta, rotti…) y su modalidad (sin nada, con queso, con mantequilla, con ajo…).

Kindly thanks to Kavon for these pics

Hay dos sabores básicos. De hecho, yo no hablaría de sabores sino de machaca-sabores: picante y dulce. No hay término medio. El agua es gratis en los restaurantes, y se suele pedir zumos para acompañar las comidas (piña, muzumbi, sandía, uva, limón…).

Pero no es tanto el qué comes sino el cómo lo comes: con la mano derecha. Aunque no todo el mundo comparte mi interés, yo disfruto como nadie. Tras mezclar la salsa con el arroz, utilizas los tres dedos centrales como cuchara donde dipositar la comida, y luego con la uña del dedo pulgar, empujas la comida hacia el interior de tu boca. Si estás comiendo sin arroz, tienes que apañártelas para cortar el pan utilizando sólo la mano derecha y luego utilizar el pedazo de pan para cojer la comida y meterla en tu boca.

Yo como con la mano derecha, aunque a veces me ayudo de la izuierda para cortar el pan. En cualquier caso, no he alcanzado el nivel indio en el que puedes comer con una mano sin si quiera mirar el plato y utilizar la mano izquierda para escribir un sms en el movil o cualquier otra cosa.

Fuera de la comida más tradicional, también se puede comer todo tipo de comida internacional: noodles, arroz, chop suey, burguers… Por supuesto, suele ser más caro que la comida local y, además, incluyen cubiertos.

Advierto que lo expuesto en este post no es más que una síntesi de mis breves conocimientos sobre la comida india. Según he viajado por otros estados he visto cuán diferente es de este a oeste. No puedo más que imaginar lo que le espera a mi paladar en mi viaje por el norte.

Y he hablado de que es barato pero igual el lector necesita más datos, especialmente aquellos lectores con mente capitalista, guiño, guiño.

La masala dosa junto con un café son 23 Rs (38 cnts), la comida suele ser 40-50 Rs (58-73 cnts), y el zumo son 25 Rs (37 cnts). La comida non-veg no es tan barata, y una cena con pollo y naan te saldrá por 85 Rs (1,25€). La mala noticia es que no puedes beber cerveza mientras cena; para una cerveza debes ir a la liquor sotore y, por una grande, pagar 80 Rs (1.17€), o ir directamente a un pub dóne pagaras 100-120Rs (1.47-1.76€).

Si todo esto no os convence, siempre podéis hacer vuestra propia cena random de estudiante:

¡Invitados quedáis!