31st Oct2011

Agumbe. Inspira. Expira.

by Lluís

Tras un interesante pero agotador viaje de kilómetros y trenes, me vino bien un cambio de aires. Los nuevos aires a descubrir fueron los de la selva de Agumbe, a 50 kilómetros y 3 horas de Manipal, trayecto que pasé de pie pero con la certeza de no poder caer. (Me encantan este tipo de descripciones; haga usted con su imaginación el resto del trabajo.)

Llegamos a la pequeña aldea y vamos a conocer a nuestra Guest House. Es una gran casa tradicional, con un enorme patio interior central y las habitaciones alrededor del mismo. Pero no es tanto el sitio como la persona. Kasturiaka es la simpática y carismática anciana que regenta la casa y que acoge viajeros pidiendo a cambio agradecimiento y una donación voluntaria.

Tomamos leche de coco mientras nos propone actividades para estos días. Más que proponer actividades, ordena qué cosas ver y en qué momentos.

Dejamos el trekking para el próximo día y el sábado lo dedicaremos a pasear y ver el top five de los alrededores. Nos bañamos en unas bonitas cascadas (nada que envidiar a nuestras pozas), esquivamos un grupo de pesados indios borrachos, y volvemos a la mansión a mesa puesta. Sabrosa, natural y exquisita comida vegetariana. En casa de Kasturiaka la carne y el alcohol no están permitidos, bajo amenaza de pasar la noche en la calle…

Por la tarde subimos a lo alto de una montaña para contemplar el más allá. Bonito paisaje. Me siento y respiro; cierro los ojos y me decido unicamente a eso, a respirar. Bonito también el encuentro con una familia india que me presenta orgulloso a los suyos y me dan unas extrañas pero deliciosas galletas de masala para comer.

Otro trayecto más en el peligroso camión (¿olvidé mencionarlo? El “paseo” es de pié a lomos de un viejo camión al que poco le preocupan las curvas y los baches), y llegamos al “sunset point” a hacer lo propio. Hay cierto fanatismo entre la gente en ver puestas de sol, yo no lo comparto.

De velta a la casa y tras la cena, poco se puede hacer. La pseudo-aldea no es más que una calle con cuatro casas y ninguna farola.

Al día siguiente tocaba trekking, y eso hicimos. Elegimos una ruta ligera, de 8km. Dos jóvenes guías nos llevan por los senderos de la selva, dónde todos los caminos se parecen pero no todos llegan a Roma (o al destino). El destino es un enorme y precioso acantilado, con unas vistas espectaculares. Es el momento de hacerse el interesante y poner el perfil bueno para la foto:

Me pica el pié, me quito los zapatos. Un grupo de sanguijuelas se están dando un festin con mi sangre. Curiosamente todos los foráneos tenemos multitud de las mismas, pero los indios (andando con chanclas) parecen inmunes. Será cosa de la sangre, o será cosa de que están amaestradas. ‘Chupar sangre de los turistas’, nueva metáfora literalizada.

De vuelta a la casa, es el momento de comer y decir adiós a Kasturiaka. Cuando el día anterior nos invitó a tomar leche, tuvimos que recoger nosotros los vasos de la mesa. Es un sencillo gesto, que nos dejó claro que no estamos en un hotel, que somos sus invitados. Ha sido muy interesante convivir con esta mujer y los suyos, ver las plegarias que hacen por las mañanas, comer la sabrosa comida natural que nos prepararon, y disfrutar de la casa como si fuese nuestra.

Con pulmones renovados, y también sangre reciclada, volvemos a Manipal, en el mismo bus y las mismas condiciones. Ha sindo un fin de semana corto (aunque otros lo llamarán “normal”), pero ha servido para sudar y descansar, a partes iguales.

29th Oct2011

Amazing South Trip (4): Mamallapuram

by Lluís

Disclaimer: puede que los lectores de este blog anden ya cansados de viajar por el tiempo y el espacio (concretamente por el sur y el pasado). Pero esto va a cambiar…

No ha sido fácil, como está siendo habitual, pero hemos llegado al último destino del viaje: Mamallapuram. Hay veces que un trayecto de 12 horas en tren no tiene nada de reseñable. Otras veces, un trayecto de 3 horas en bus es toda una odisea. Y así fue en el caso del trayecto de Pondicherry a Mamallapuram: un bus con más indios que metros cuadrados, con un pequeño niño sentado en mi regazo, otro de pié entre mis piernas, gente entrando en cada parada a presión, gente literalmente fuera del bus sujetos como pueden, el revisor capaz de desplazarse entre tal gentío para pedir el dinero del ticket, y el conductor sin prestar especial atención a conducir prudentemente dadas las circumstancias…

Hemos llegado a Mamallapuram, cuna de de esculturas y escultores. Un destino puramente turístico, debido principalmente a los templos bajo la protección de la UNESCO (que no se usan para el culto hindú). Esto convierte a la ciudad en una mezcolanza de templos y playas, bazares y marisco, y turistas y vendedores.

Embriagados por la shopping fever, perdemos la tarde entre souvenirs y ropa de seda. Para rematar el tópico, cenamos marisco a la orila del mar. Y tras casi un mes aquí, es la primera vez que puedo cenar tomando una cerveza. Eso sí, pagadando su precio como si fuese oro (o plata de imitación, al menos).

Photo by Kasia Ja, kindly stolen from Facebook

Por si el clásico despertar de bocinas y gentío no fuese suficientemente, Mamallapuram añade cinceles y martillos a la orquesta matinal característica de la India. Pillamos un simpático guía y nos vamos a ver los highlights de Mamallapuram. La ciudad cuenta los cuatro tipos santuario de la arquitectura Dravidia clásica: templos en cuevas, rathas monolíticos, relieves esculpidos, y templos estructurales.

Impresionado me quedo con el relieve ‘La penitencia de Arjuna’, un relieve de 29m x 13m, el segundo más grande del mundo según nuestro guia (dato no contrastado y difícilmente verídico). Cientos de figuras, entre deidades y representaciones de costumbres humanas, llenan la inmensa pared de piedra. Una grieta en la piedra queda totalmente integrada en el relieve, representando el descenso del río Ganges. Es asombrosamente parecido a lo que yo recuerdo de Angkhor Wat (Camboya).

Los diversos templos excavados en cueva tampoco pasan desapercibidos: los gigantescos ídolos esculpidos en las paredes y las recargadas columnas comulgan a la perfección con la fría piedra y el aire gris de la cueva. La mayoría de estos templos tienen más un milenio de antiguedad y, aún así, requieren de poca restauración y mantenimiento.

Para visitar los Rathas y el templo tenemos que pagar una entrada. Eso no sería reseñable en cualquier otro contexto, pero es la primera vez que pago para ver un templo… Los Rathas esculturas monolíticas realizadas directamente sobre roca maziza. Vamos, que se va “vaciando” la roca hasta conseguir el monolito. No decepcionan, y menos aún cuando se me explica que en realidad los cinco forman parte de una única piedra maziza.

Reservamos el Templo de la Orilla para el final. Se trata de un templo construido: se van añadiendo alturas con piedras talladas de granito y luego se esculpe la ornamentación. Está “milagrosamente” intacto tras del tsunami de 2004 (aunque no sé qué tiene de milagroso un muro construido entre el templo y el mar…) y cuenta con santuarios para Siva y Visnu. Lo más curioso es que hace mil tres-cientos años aquí había un complejo de cinco templos que, a día de hoy, el mar ha deborado. Si se tiene tiempo y dinero, se puede hacer submarinismo y contemplar las ruinas en el fondo del mar. Apunto la idea para mi segunda visita a la India.

Completado el cupo cultural, y completado también el tiempo disponible, nos dirigimos para Chennai a cojer el tren que nos devolverá a nuestra segura, tranquila (y vista desde aquí aburrida) ciudad de Manipal.

Con Mamallapuram, y con más fotos de lo habitual, cerramos la crónica del viaje por el sur-este indio. Y atrás queda una trepidante aventura por el embaucador estado de Tamil Nadú. Un viaje fascinante tanto por lo que hemos visto y vivido, como por todo lo que sabemos que hemos dejado por ver y vivir.

Pero esto no acaba aquí, y en el tren de vuelta ya se oyen rumores de los próximos destinos. Porque, como dice el dicho popular, no es tanto dónde vas, sino con quien vas. Amazing people! Amazing trip!!

 

28th Oct2011

Amazing South Trip (3): Pondicherry

by Lluís

El kilométrico tren, un ensordecedor bus de madrugada, y llegamos a Pondicherry. O eso creo…

Las calles están limpias. Y silenciosas. Calles pavimentadas, con sumideros para las aguas y bonitas casas ajardinadas a ambos lados. Un paseo marítimo ancho y tranquilo. Iluminación en las calles, papeleras sin salidas traseras. ¡Un coche acaba de ceder el paso a una bicicleta! Pero qué demonios… Pronto encuentro la respuesta en el letrero de una calle. Leo ‘Rue Saint Louis’.

Pondicherry fué una importante colonia francesa y danesa (no a la vez, se la turnaron con batallas y destrozos varios). Salta a la vista cuando uno admira la arquitectura de los edificios o la cuadrada planificación de las calles. Para separar colonos de indios no les bastó con una metáfora, y hoy en día un canal paparelo al mar separa las dos partes. La ciudad conserva su encanto colonial y europeo, atrayendo a multitud de viajeros en busca de un respiro entre el agotador ajetreo indio.

Tras encontrar un sitio para dormir (y vaya sitio!) nos dirigimos a la Oficina de Turismo (oficina de turismo, ¿estamos locos?) para unirnos al tour del día. El tour incluye un famoso ashram, el Templo de Sri Vanakula Vinayagar, un museo de arte, el Jardín Botánico, un sucedándeo de backwaters, la Auroville, y una extraña playa. Vamos, lo suficiente para tenernos entretenidos (y cansarnos) durante todo el día.

Visitamos el Ashram Aurobindo. En la India hay muchos ashrams, aunque son pocos los que permiten las visitas de curiosos. Un ashram es un centro de estudio y meditación, dónde la gente se interna en silencio absoluto, abstinencia de alcohol y, en algunos casos, extrañas exigencias respecto al sexo. Las estancias en los ashram suelen ser de corta duración y sirven par meditar y estudiar. Suelen girar en torno a un gurú, fundador del templo, al que se le venera como a un Dios. Fué curioso sumergirse en unos minutos en este peculiar ambiente. No hay pruebas, pues no permiten la entrada con cámara…

Templo, museo, jargín, río… nada destacable. Ir en bus de un punto a otro de la ciudad te hace sentir ajeno a la misma, como un visitante que mira tras la vitrina. El turismo optimizado nunca ha sido lo mío.

Lo que si merece mención a parte es la visita a la Auroville, a las afueras de la ciudad. Auroville es una complejo a las afueras de Pondicherry, donde viven cerca de 2.000 personas, en un ambiente comunal de libertad y harmonía con la naturaleza. Trabajan para la comunidad, cultivan su propia comida, importan-exportan materiales… Todo muy new age: meditan todas las mañanas, comparten la comida, se organizan en pequeños comités, tienen asambleas multitudinarias para tomar decisiones…

Como visitantes sólo podemos acceder a contemplar el Matrimandir desde lejos, una enorme esfera (estilo pelota de golf) que contiene extrañas salas para la meditación, no accesibles para todos los aurovillianos, sólo para los de grado más alto. También de pasada (y a la lejanía) veo el anfieatro de 3000 localidades dónde todas las mañanas se reunen, así como una estación de placas solares, algunos campos de futbol…

Muestro interés y trato de obtener información. Para formar parte de Auroville debo trabajar voluntariamente durante 10 años en labores agrícolas y comunitarias. Después, y tras algún tipo de importante donación, podré ser un aurovilliano, con derecho a voz y voto en sus reuniones.

Este sitio es, en un simple vocablo que cualquier lector pueda entender, una secta. Ecológica, sostenible, inteligente, progresista y muy new age. Con árboles centenarios en vez de candelabros y túnicas. Con la figura de la Mother (que nunca murió, sólo dejó su cuerpo) en vez de cualquier otro extraño líder satánico. Pero no deja de ser una secta, a fin de cuentas. No sé por qué, pero el lugar me invita a quedarme más tiempo. Lo pienso mejor, 10 años quizás es demasiado.

De vuelta a Pondicherry disfrutamos de la rica vida nocturna. Cuando la India consiguió la independencia de los británicos, las colonias francesas llegaron al acuerdo de que los habitantes de dichos reductos decidirían libremente su futuro político. Fruto de dicha libertad y negociación con el gobierno central indio, son numerosas leyes y acuerdos especiales de que goza hoy en día la ciudad de Pondicherry. Entre todo ello, la ciudad queda absenta de los altísimos impuestos que la India aplica sobre las bebidas alcoholicas. Resultado: noche rocambolesca, divertida, y ecléctica.

Me despierto y es tarde. Muy tarde. Maldigo este viaje ajetreado. En la estación de bus no resulta sencillo conseguir el billete. Para viajar “sentado”, reservamos plazas para un bus con dos horas de antelación. Ir sentado no implica tener espacio para tus piernas… pero eso ya es parte de la historia del siguiente y último destino: Mamallapuram.

Atrás queda la burbuja europea de Pondicherry: con desayunos coloniales en terracitas ajardinadas, habitantes con accento francés, y vida noctura más allá de media noche.

20th Oct2011

Disculpas, justificaciones y excusas varias

by Lluís

Lo estaba deseando… el primer meta-post! Quería escribir unas lineas para explicar algunas cosas prácticas. Por una vez, en este texto no encontrarás datos wikipedia, vivencias exageradas y aburrida sintáxis conectiva.

Cuando empecé a escribir en este blog tenía muchas ideas en la cabeza, la mayoría de las cuales requerían de tiempo. Yo siempre he sido un fiel creyente de las noches infinitas pero, no sé bien por qué, no está funcionando aquí.

Lo que trato de justificar es por qué mi hoy va diez días y dos viajes por delante que el blog. Y eso teniendo en cuenta “sólo” la sección Indian Trips… Porque también tengo pentiendes muchas otras cosas de mi día a día, de la gente que estoy conociendo, de la cultura india…

Sólo espero que mi memoria retenga al máximo todo esto, y no me abandone prematuramente. ‘Extenderemos el tiempo del blog más allá del viaje’, me gusta ese concepto.

Para compensar, anuncio que ya he empezado a colgar las prometidas galerías de fotos. Las podéis encontar en su sección Instantáneas o al final de cada post relacionado. Para los fans de Reader os he preparado un feed independiente para fotos (que cuando tenga tiempo mejoraré…).

Aprovecho este misceláneo post para agradecer, de todo corazón y algo de cabeza, a los que me estáis leyendo. Agradezco, un poquito más, a los que me dáis feedback (:

18th Oct2011

Amazing South Trip (2): Rameswaram

by Lluís

El trayecto no fué tan idílico como el anterior. Un bus-muerte en toda regla: con sus asientos estrechos e incómodos, con su aire acondicionado ausente, unas carreteras horribles, abarrotado de indios (uno de ellos durmiendo sobre mis piernas)… Con este panorama me resulta imposible descansar. Para compensar la situación le doy palique al chico sentado a mi lado: me explica que la fuga de cerebros en la india es con billete de vuelta, y también me cuenta numerosas leyendas y historias hindúes.

Son las 4.30am. Hemos llegado. Es de noche. Dislumbro el perfil de una enorme torre. Debe de ser el templo.Las calles se extienden alrededor del mismo. Como en un cuadrilatero. Pero no tenemos dónde dormir. Deambulamos. Ningún hotel tiene habitaciones libres. Desististimos. Encargamos a un conductor de rickshaw que nos busque algo. Nos vamos a ver el amanecer.

Aún no lo sabía, pero Rameswaram me tenía reservadas mágicas sorpresas para estos días…

El mismo sol que se fué por el oeste de Kayiakumari vuelve ahora por el este. Y nuevamente no hemos sido los únicos que han decidido ver el amanecer. Multitud de indios ven el amanecer desde el pórtico del templo. Muchos de ellos desde dentro del agua, tomando un baño purificador. Una imagen impactante.

Rameswaram es uno de los puntos más sagrados de la India, pues forma parte del char dham hindú (las cuatro ‘moradas divinas’), y ello atrae multitud de peregrinos. La ciudad gira en torno al templo de Ramanathaswamy, dedicado a un lingam (falo de Sivá). Considerado una obra maestra de la arquitectura india, cuenta con el corredor de templo más grande del país (1200 metros).

Hemos conseguido habitación, pero no podemos entrar hasta media mañana. Nos vamos a la playa en busca de un tranquilo baño. Un simpático fisher man nos guia por las aguas cristalinas en busca de los corales. No son gran cosa, pero sirve para hacer tiempo.

Una vez hecho el tiempo, vamos a visitar el Templo. Desde los aires (o la azotea de nuestro hostal) se veía un templo cuadrado. Desde dentro es un laberinto. Un laberinto de los que te desorientan. Pasillos larguísimos con columnas monótonas, intenso olor a incienso, cánticos extraños. Los indios hacen cola para recibir agua de los pozos sagrados sobre sus cabezas. Dan donaciones a los monjes y reciben las bendiciones. Me siento un extraño, alguien ajeno al misticismo del templo pero embaucado por el mismo.

Salgo mareado del templo. Debe ser el no dormir. Comida veg, ducha fría, y a la cama. Dormir una hora suena a gloria bendita.

Tras la ansiada siesta vamos a Dhanushkodi, al sureste de la isla, el punto geográfico de la India más cercano a Sri Lanka. Desde el extremo oeste, se puede ver un conjunto de islotes y arrecifes que insinuan un paso apedreado sobre un rio (un paso para gigantes, en todo caso). Se cuenta que el dios Rama hizo este camino de piedras para pasar de la península a la isla para rescatar a Sita. En cualquier caso, mi imaginación no está tan entrenada como para ver ahí un camino.

Otra puesta de sol en tal inóspito paraje. Todo exceso cansa. Lo que no cansa y sí interesa es conocer la aldea que pobla la costa. Casas de chamizo, sin agua potable ni alumbrado público. Los niños no me piden dinero, tampoco comida… me piden bolígrafos. Bolígrafos para ir al colegio. Juego con los niños, corretean por las blancas arenas, y cazan cangrejos. Momento mágico.

De vuelta a Rameswaram, y de vuelta al inmundo ambiente de berbena que puebla toda la ciudad por las festividades. Desde nuestra azotea del hostal, rendimos homenaje a la fiesta a nuestra manera. Mañana será otro día.

En el segundo día visitamos otro templo a las afueras de la ciudad, que alberga una de las huellas de Rama . Comparado con el increible templo del día anterior, este suena a aburrido y sobrevalorado. Cansados de templos y, sobretodo, del intenso calor y el abrumador gentío, nos retiramos hacia una playa cercana con algunas cervezas en la mano.

Y aquí viene el segundo momento mágico del viaje: tomar chai en una casa de chamizo, preparado con esmero por una mujer y su tímida hija. Nos invitan a pasar a su casa, el marido improvisa una mesa, la mujer prepara el fuego para hervir la leche. Somos unos huéspedes de lujo en un mundo excluído a los turistas.

Pocos metros más allá me tropiezo con el siguiente momento mágico: una pareja de pescadores preparando sus redes para la siguiente noche. Es un matrimonio mayor, y se les ve muy felices. Me preguntan por mi y por mi familia, también em explican orgullosos que tienen tres hijos.

La barca se mece suavemente. Estoy en la barca con ellos, es de noche. Hay otras barcas en el mar, y también otros pescadores de pié en la orilla. Extendemos las redes y arrastramos de ellas para pescar. Está siendo una buena noche, mañana tendremos mucho que vender en el mercado. Me sonríen.

Vaya, era una ensoñación. Esta vez no he sido invitado.

Horas más tarde, de vuelta al frío ambiente de una estación de trenes. Esta vez me entretengo en comprobar la longitud del tren: diez minutos de reloj para andar de un extremo al otro (a 3km/h, haga usted sus cálculos).

Entro al tren y trato de sintetizar lo vivido en dos días aquí. Sé que cuando escriba sobre todo esto sonará a crónica plagada de datos y exenta de graciosas anécdotas. Esta ciudad me ha dejado un agradable y místico sabor en la boca. Necesito repetir este viaje, pero sin fechas ni prisas. Próximo destino: Pondicherry.

14th Oct2011

Amazing South Trip (1): Kanyiakumari

by Lluís

El miércoles era festivo, así que decidimos tomar unos pocos días libres y hacer un enorme viaje por el sur-este de la India. Las cifras: 2300 km, 7 días, 10 (+2) viajeros, 4 destinos, 5000 rupias. El resultado: amazzzzing trip.

Acostumbrado a pasar las noches en autobuses, el viaje nocturno en tren fué, sorprendentemente, placentero. Las camas del tren nada tienen que envidiar a la que yo uso a diario y, añadiendo el suave balanceo del tren y el rítmico sonido de las vías, dormí cuán niño en su cuna.

El punto interesante del viaje: conocer a Abu, de Bombai (aunque nacido en Emiratos Árabes). Un golpe de realidad, un cesto de curiosidades, y un puñado de nuevas perspectivas. Mi interés por visitar Bombai aumenta, si cabe, aún más.

Ha sido largo, pero hemos llegado al primer destino, Kanyiakumari. No fuí consciente de la enorme cantidad de personas que el tren transportaba hasta que bajé del mismo y visualizé el largísimo andén a rebosar de gente. Creo que aún no he interiorizado el desmesurado tamaño (y población) de la India.

Kanyiakumari se encuentra en el extremo sur de la península Índica. Destino citado en cualquier guía turística y punto de peregrinación de indios de todas las religiones. Es parte del estado de Tamil Nadú y nos encontramos, entonces, con otro idioma, otra comida, y otras gentes.

La razón por la que en la India el inglés sigue siendo idioma oficial, no es la falta de orgullo nacional ni (precisamente) la ausencia de lenguas propias. El problema es otro: el exceso de lenguas propias. La Constitución reconoce un total de 18 idiomas oficiales y 16.000 lenguas y dialectos menores (¡¡16 mil!!). Si añadimos el dato de que se utilizan 6 escrituras (y alfabetos) distintos, la cosa no hace más que mejorar. (Y en este punto Lluís Philosopher concluyó que los Españoles y Portugueses hicimos un mejor trabajo (aka limpieza) en América que los británicos aquí.)

Kayiakumari, y todos los sitios visitados en este South Trip, pertenecen al estado de Tamil Nadú, dónde la lengua oficial es el Tamil. Rápidamente aprendo el vocabulario básico: vanakkam (hola), con sus vertientes kalai vanakkam (buenos días) y marley vanakkam (buenas noches), nanri (gracias) y en peyar Lluís (me llamo Lluís). Es entrañable ver lo agradecidos que quedan los ciudadanos cuando sabes chapurrear dos palabras en su idioma. No esperan eso de ti.

Es festivo, y no hemos sido los únicos que han decidido viajar. Multitud de indios, peregrinos y turistas, visitan el mágico enclave de Kanyakumari. Desistimos de visitar el monumento a Vivekanada (tras más de una hora perdida en la cola). Se trata de una estatua de 133 pies (por los 133 capítulos que tiene su obra Thirukkural) en una pequeña isla cercana a la que se accede mediante ferry.

Para una completa visita turístico-cultural, resta ver el Templo de Kumari Amman y el Monumento a Gandhi. El templo no despierta gran interés en mi persona, pero sí lo hace (y mucho) el edificio de Monumento a Gandhi.

Aquí se guardan parte de las cenizas de Gandhi, y cada día 2 de Octubre (cumpleaños de Gandhi) el sol entra por una pequeña rendija para iluminar el cofre que guarda sus restos. Al emblemático personaje le gustaba Kayiakumari por la simbólica unión del Mar Arábigo y el Mar de Andamán con el Océano Índico, que él asimilaba a la conjunción de las tres religiones (hindú, musulmana, y cristiana), en la que iba a ser la nueva India independiente. Lamentablemente esto nunca ocurrió como él imaginó, y hoy en día fronteras artificiales separan India de Pakistán y Bangladesh.

Así, el edificio tiene rasgos arquitectónicos de los tres estilos y presenta una completa y documentada exposición fotográfica sobre la vida y obra de Mahatma Gandhi. No sin ciertos momentos surrealistas, y multitud de interrupciones de silvato, el simpático encargado del edificio nos cuenta con orgullo como el Monumento quedó intacto tras el tsunami de 2004, y muchas otras anécdotas interesantes.

No obstante, cultura a parte, el Terra Mítica de Kanyiakumari es ver el amanecer y la puesta de sol. Dado que ya habíamos llegado tarde al primer evento, nos quedamos a ver el sunset. Naturalmente, no fuimos los únicos que lo pensaron, y toda una multitud llenaba la costa de la ciudad. Aún así fue bonito. (Agradecimientos a parte al arquitecto de tal desprósito de hormigón.)

El sol se va pero nosotros debemos continuar. Dejamos atrás el sur geográfico de la India, para continuar con nuestro viaje dirección nor-este. Próximo destino: Rameswaram

12th Oct2011

Manipal University

by Lluís

Manipal es una ciudad universitaria. Mejor dicho, Manipal es una universidad edificada. No lo tengo claro… En cualquier caso, es mi ventana hacia la India y quería dedicarle unas lineas en el blog.

En los años cincuenta, el Dr. T. M. A. Pai invirtió su dinero en crear instituciones educativas, principalmente el Manipal Institute of Technology (IndiaMIT, dónde yo trabajo) y Kartuba Medical College (KMC), en una colina cerca de Udupi. Pronto pasó de ser una colina rural a una pequeña ciudad, con sus edificios, calles y aceras, rickshaws y vacas sagradas. Es lo que hoy en dia ha llegado a ser la Manipal University.

Cualquier idea que el lector se haya creado  en este punto muy probablemente sea errónea. No se trata de que se haya creado una ciudad al rededor de la universidad, sino que la propia universidad es la ciudad. Todo es propiedad de la universidad.

En ese “todo” incluyo los edificios de las facultades, las residencias de estudiantes, otros pisos para profesorado e invitados, cafeterías y cantinas, gimnasios y pistas deportivas, personal de seguridad (¡en toda la ciudad!), el acceso a internet de los pisos… A penas hay viviendas ajenas a la universidad o sitio donde puedan vivir los “locales”; y tampoco existe actividad económica o profesional que no sea de servicios para la universidad o los universitarios. Insisto, esta ciudad existe por y para la universidad.

Con más de 20.000 estudiantes, se respira un agradable ambiente juvenil en toda la ciudad. Los indios son estudiantes muy concienzudos y disciplinados (comparados con los españoles, al menos). Tienen un horario partido de mañana y tarde (con una horrible sirena que anuncia el inicio y el fin de las clases), y siempre andan liados después de clase con trabajos o proyectos. No obstante, el campus cuenta además con una amplia oferta cultural y deportiva.

Por ejemplo, hace unas semanas se celebró el Techtatva, un festival tecnológico en el que invitan a otros colegios universitarios y se hacen más de 50 pequeñas competiciones y juegos de equipos. Buscar el algoritmo para desencriptar un texto, hacer una aplicación móvil en un tiempo dado, las clásicas peleas de robots, diseñar instrumentos musicales virtuales, crear estructuras a partir de pequeños cubos… ¡y sólo por citar algunos! Vamos, muy parecido a nuestras paellas. (Por lo visto tienen otro festival de este estilo en Marzo, dedicado a las Ciencias de la Salud).

Como he dicho, aquí viven 20.000 estudiantes, pero a penas hay pubs o sitios donde salir a tomarte algo. ¿Por qué?

El reglamento interno de la universidad cuenta con gran cantidad de normas que rozan lo absurdo, a vista de cualquier “moderno” europeo: no está permitido ir con pantalón corto a la universidad, un chico no puede entrar a un piso de chicas (ni viceversa), hay toque de queda a las 12 de la noche o antes según la edad, hay explícitas normas sobre hacer manitas por los pasillos… ¡incluso está prohibido tener pr0n en tu ordenador!

Para una familia de clase media, pagar la formación de su hijo en Manipal es caro (my caro). Por lo que he ido conociendo, no hay estudiantes de las proximidades, son naturales de Bombai, Delhi, otras ciudades de la India, o incluso de otros puntos de Asia (muchos casos). Es decir, que son hijos de “buenas familias”. Visto así, y añadiendo el contexto cultural de la India (respecto a las relaciones de pareja y demás), puedo entender que los padres quieran tener cierto “control” sobre sus hijos… No digo que sea normal ni que esté bien, digo que es comprensible. Podéis estar tranquilos, porque a los internacionales no se nos aplica dicha normativa.

Ahora bien, que no haya muchos pubs o que cierren realmente pronto no implica necesariamente que no haya fiesta. La verdadera fiesta en Manipal es “underground” y está en los pisos de los indios, dónde ponen música destroyer (que ellos llaman trance) y beben alcochol en grandes cantidades (con nuestro baremo faltarían unas comillas, “grandes”)… hasta que el encargado de seguridad corta la electricidad del piso. True story.

La gente que he conocido fuera dice que Manipal no es India. Lo veo y subo dos: Manipal es lo más cerca que la India puede estar de un “campus” universitario, pero también lo más lejos que puede estar de la India profunda. Sea como sea, Manipal es mi sitio de acogida y a él le debo la oportunidad de estar aquí ahora, aprendiendo a ver el mundo con otra perspectiva.

11th Oct2011

Bengaluru, la metrópoli taciturna

by Lluís

5.30 a.m., bajamos del autobús, abro los ojos, estiro las piernas, respiro profundamente; he llegado, estoy en Bengaluru. Un sórdido amanecer en una ciudad gris, sucia y maloliente. Los perros callejeros rebuscan entre la basura, los ciudadanos más madrugadores van de un lado para otro, los vagabundos apuran los escasos minutos que faltan para el atardecer, los comerciantes ponen a punto sus negocios… Sí, la primera impresión fue devastadora.

Bengaluru es la capital del estado de Karnataka y es, con de 8 millones de habitantes, la tercera ciudad más poblada de la India. La ciudad presume de ser el Sillicon Valley de la India; en los años 90 se hizo muy popular debido al enorme crecimiento de las empresas dedicadas a las tecnologías del software y a los famosos call centers.  Esto ha permitido la aparición de una “clase media” en la ciudad y, con ella, multitud de zonas de ocio y restauración a precio europeo.

No obstante, no olvidemos que estamos en una megapoli india: sales del lujoso Hard Rock Café (tras haber pagado 1200 rupias por la cena y unas cervezas) para encontrarte con calles repletas de basura, atestadas de vehículos y abrumadas por la contaminación. Pues dicha “clase media” vive en las afueras, en idílicos barrios residenciales, con chofer privado y A/C en su oficina acristalada; y esto lo digo con conocimiento de causa.

Bienvenidos a la ciudad de los contrastes.

El sábado lo dedicamos a hacer el turísmo básico: visitamos el Palacio de Bengaluru, el Jardín Botánico y el embaucador Templo del Toro. Para la comida vamos a un sitio que nos han recomendado y que no decepciona: maravillosa comida veg, servida con poco interés pero saboreada a más no poder. El día no da más de si, ir de un punto a otro de la ciudad requiere de muchos minutos (y de muchas rupias también).

Por la tarde-noche fancy dinner en el ya mencionado Hard Rock Café, y otras tantas fancy beers en más fancy pubs, todo ambientado con una intensa lluvia y luces de neón. Lo que no fué tan fancy fué la vuelta al hotel; suelo hablar de “montones” de basura como algo metafórico, pero esa noche literalicé la metáfora en el Mercado de Chickpet.

Domingo más dosis de turismo: visita al Museo de la Ciencia, paseo por el parque Cubbon, vistazo al Palació del Sultán Tipu, e inmersión en el Mercado de Chickpet. Lo más destacado: el Museo de la Ciencia; no tanto por el museo en si, sino por la gozada de ver tal cantidad de niños jugar y disfrutar con los juegos de mecánica, electricidad, magnetismo… Fué como tener cientos de hermanos de 10 años a quienes enseñarle a jugar con la ciencia.

También el mercado deja emotivas imágenes en mi retina: recorro las callejuelas embarradas, escuchando los incesantes gritos de los vendedores, empapándome con una lluvia sucia, esquivando a los otros viandantes, ignorando a los niños mendigos (ardua tarea), pero, sobre todo, arrancando sonrisas en las personas que se cruzan en mi camino, buscando señales de esperanza entre tanto caos.

De vuelta al bus nocturno, camino de vuelta a casa, y yo sumido en mis reflexiones. Es una gran ciudad, el día a día debe ser agotador, esta ciudad es estresante… No sé por qué trato de justificarlo. Lo cierto es que en este viaje me he cruzado con gente poco amigable con los foráneos. Una ricksaw me engañó: dice llevarme a mi hostal cuando realmente me deja en la otra punta de la ciudad, a 6km de mi destino, y con una cara de tonto que todos los indios parecen entrever.

Existen otras costumbres, más comprensibles, a las que ya estoy habituado: que el encargado del autobús no te de el cambio, que un vendedor callejero te cuatriplique el precio de unos cacahuetes, o que una ricksaw te cobre a dedo y se niege a usar el meter. Pero yo, mientras me timen con una simpática sonrisa, soy feliz. Lo que no me gusta es que me timen de malas maneras, con desprecio y alevosía.

La ciudad deja un sentimiento agridulce en mi paladar. Conozco la otra cara de la India, la de las megápolis inmesas y sus gentes taciturnas. He disfrutado la ciudad a cada paso que he dado, y no sé bien por qué. Quizás saber que no es mi hogar, que estoy de pasada, ha creado un cómodo impermeable que me permite fundirme con la ciudad sin llegar a mancharme realmente.

 

Instantáneas

04th Oct2011

My Spanglish is improving

by Lluís

Vuelo British Airways Madrid-Londres. Lluís, radiante de nervios y ilusión, se dispone a poner a prueba su (supuesto) amplio conocimiento de la lengua de Shakespeare: va a pedir un vaso de agua.
– May I have a cup of water?
– Sorry?
Lástima, no me ha entendido. Repaso la grámatica, es correcta. Probablemente no lo he pronunciado bien. Insito:
– A cup of water?
– What?
Esto pinta mal. Desisto…
– Un vaso de agua.
– Ok, vaso de agua. Be right back.
Primer intento fallido, será la azafata que sólo entiende el perfecto inglés británico. Eso debe ser.

Llegada a Manipal, entrada a la oficina IAESTE, presentación con mi comité de bienvenida indio. Pese al interés y esfuerzo que parecen poner al asunto, me resulta imposible entender más de una oración. Les miro con cara de circumstancias, se miran entre ellos extrañados. Acabamos entendiéndonos con frases cortas:
– Now, bed. Tomorrow, papers.
– Ok.
El segundo intento tampoco ha sido muy exitoso. El indlish que hablan es difícil de entender, tienen un accento muy extraño. Eso debe ser. Me consuelo con ello.

Llegada a los pisos, aquí nada puede fallar. Tercera oportunidad de la noche: situación internacional. Trato de entablar conversación base, cómo me llamo, de dónde vengo, qué estudio… A penas soy capaz de explicar que el viaje ha sido terrible, que me encuentro cansado.
Si, debe de ser eso, el cansancio. Me voy a mi habitación pensativo. Debería haberlo preparado un poco más, ver series en V.O. no era suficiente, lo sabía. Mi supuesto nivel experto de inglés se queda en eso, en un supuesto, y un papel que miente. Me voy a dormir, mañana hablo inglés o huyo de aquí, una de dos.

Si ahora estoy escribiendo es porque tomé la decisión correcta: hablar en inglés.

Lejos quedan ahora las anecdotas lingüísticas del primer día. Aunque no hay quien me quite mi accento spanish y me vea obligado a inventarme alguna palabra de vez en cuando, me defiendo más que notablemente en cualquier situación.

No temáis por mi. No sólo me defiendo, sino que ya me atrevo a entablar conversaciones de nivel dos, hacer alguna broma (aunque no siempre implica que se me entienda ni que haga gracia), incluso he llegado a utilizar vocabulario The Wire cuando vamos a jugar al basket.